Coyuntura global: la batalla entre inflación e inversión
La volátil coyuntura de los mercados globales dificulta la visión de las transformaciones económicas que vive nuestra sociedad, un pulso de fuerzas igualmente trascendentales para nuestra economía: la batalla entre inversión e inflación.
Desde finales de los 80, las corrientes de inversión derivadas de la globalización se dirigieron principalmente a los países asiáticos, evolución y desarrollo cuyo canal de transmisión al mundo fue el comercio internacional, que facilitó el acceso a bienes y servicios de menor costo a todos los hogares contribuyendo a superar el enorme desafío de inflación que afrontaba el mundo.
Hoy el mundo asume nuevos desafíos: el cambio climático, la transición energética derivada, el abastecimiento sostenible de alimentos y la sustitución de importaciones en sectores estratégicos. La energía y toda su cadena de valor son foco de la estrategia y la reconstrucción de las industrias de bienes intermedios y finales el desafío transversal. Temas de futuro, de las tecnologías 4.0, pero que recuerdan en sus políticas las viejas tendencias de los 70s. La globalización pierde fuerza cuando en pandemia y postpandemia el consumo crece al tiempo en todos lo paises, superando las capacidades de la oferta local y generando precios no vistos en materias primas, fletes y bienes finales. Las empresas han generado excedentes, que sumados a los incentivos para la relocalización de inversiones y la apreciación del dólar impulsan la inversión en los países desarrollados aumentando al tiempo sus importaciones. La menor contribución a la generación de CO2 que da la cercanía de las cadenas de valor se suma como razón estructural para el Nearshoring. Es tendencia producir bienes de carácter estratégico en los mercados locales y cercanos. Desafío emergente Pero el fantasma de la inflación, presente en todos los tiempos de la humanidad, ralentiza esta nueva dinámica económica. La capacidad limitada de la oferta para responder al consumo, ha generado récords históricos en los precios de las materias primas y del petróleo, en proporciones y volatilidad exacerbadas por la guerra en Ukrania y la dependencia de Europa del gas Ruso. Todas las cadenas de valor han visto aumentar costos y precios por cuenta de la energía cara. La inflación de costos cede solamente en los fletes, mientras las materias primas han sufrido un drástico ajuste pero se mantienen lejos de los promedios precovid. Qué decir del petróleo, que ha cedido levemente, se proyectan precios en torno a los 90 dólares en los próximos meses. Si ya era difícil cuando los consumidores tenían ahorros, más retador cuando el deterioro del ingreso real de los hogares afecte la demanda. Desde mediados de 2021 la economía global se recalentó y los bancos centrales iniciaron un ciclo de alzas de tasas de interés, que buscaban impulsar el ahorro más que el consumo, encarecer el endeudamiento. La pandemia dejó países endeudados que tienen que aumentar impuestos para financiar los déficits adquiridos durante el Covid-19. La elevada inversión y altas tasas de interés en los Estados Unidos incentivan el flujo de capitales a este país devaluando el resto de las monedas, economías que no tienen más remedio que aumentar también sus tasas para evitar mayor devaluación e inflación, atraer capitales, equilibrar sus déficit externos, los costos de deuda y de las importaciones. En un entorno de menor demanda, mayores impuestos, costos aún elevados y tasas de cambio con impacto en todas direcciones, las proyecciones de la economía global están siendo revisadas nuevamente a la baja, para situarse en torno al 3,2% en 2022 y 2,7 en 2023. Colombia no es la excepción, con un crecimiento entre 0 y 1% en 2022 después del 10,7 y 7.7% en los dos años previos. Tres datos buenos y malos que son récords históricos. El crecimiento de nuestra economía estaría entre los cinco menores en cincuenta años. El mundo está por construirse Pero a diferencia de los 90’s, en medio de este convulsionado ciclo global hay un tsunami en gestación: la inversión. Estados Unidos registra tasas de desempleo históricamente bajas, con todo y la fuerte alza de las tasas de interés que ya comienza a tener impactos en la reducción de la inflación. No es clara la magnitud ni persistencia de la recesión, pero se proyecta que esta buena dinámica del empleo permitirá mayor resiliencia en los hogares frente al ajuste económico. Hay mucho por construir, una revolución en tres sectores de gran proyección para la humanidad: los alimentos, la tecnología y la sustitución energética. Cadenas de valor locales en tecnologías de crecimiento exponencial como los celulares, computadores, vehículos, equipos para las industrias 4,0. La sustitución energética, materializada en toda clase de tecnologías para la generación, almacenamiento, transporte o generación distribuida de energía, vehículos, estaciones de recarga y equipos para las industrias que producen y consumen renovables de al menos cinco fuentes distintas: solar, eólica, hidrógeno, geotérmica y biomasa. La producción de alimentos es el tercer gran desafío, una cadena de valor que implica una mayor cobertura, costos y precios a nivel global, con la organización de la tierra, los costos de los insumos y su rediseño para reducir su impacto en el CO2, el crecimiento permanente en la oferta de productos saludables. Como se observa, en estas tendencias globales nuestro país tiene muchas oportunidades, con ventajas comparativas claras que están empezando a organizarse y fortalezas construidas con mucho cuidado durante varias décadas. Enfrentamos un desafío de estrategia, de buenas decisiones y de proyectarnos como parte de ese futuro de la humanidad en donde somos actores con nuevos protagonismos.